• Dos hilanderas
  • 1948
  • Óleo sobre lienzo
  • 112,5 x 125 cm

Guerrero, al igual que otros jóvenes artistas europeos de posguerra, se encontró con que el camino que trascendía lo literal ya estaba totalmente ocupado por las viejas celebridades, que seguían estando muy vivas: Matisse, Picasso y Miró. Cientos de jóvenes pintores luchaban en los años cuarenta para asimilar el viejo vocabulario del cubismo sin sacrificar su derecho a introducir nuevos elementos. La mayoría de ellos, incluido Guerrero, fracasaron. No quedan muchos restos de los experimentos de Guerrero en París, pero podemos hacernos una idea de su lucha echándole un vistazo a dos cuadros con obvias referencias tradicionales (¿quizá como un desafío?): Dos hilanderas, de 1948, e Hilandera, de 1949. Aparte de la obvia conexión con Velázquez, también hay una conexión igualmente obvia con otro pintor español de cuya sombra pocos pintores escaparon, Picasso. La impronta de Picasso se ve de un modo particularmente claro en la ejecución lineal de manos y pies, así como en las extensiones arbitrarias de color plano. La adaptación de Guerrero está llena de malentendidos y corrupciones del vocabulario cubista. Pero también hay, en el cuadro de 1949, una intrusión deliberada del color por el color que presagia su futuro.

DORE ASHTON