Exposición

Intrusos

La Colección del Centro vista por los artistas:

Andrés Monteagudo

5 de julio – 23 de septiembre de 2018

CENTRO JOSÉ GUERRERO

 

Organiza

Centro José Guerrero

Diputación de Granada

 

Colabora

Ayuntamiento de Granada

 

Comisario

Andrés Monteagudo

Intruso: Advenedizo, extraño, ajeno, forastero, enquistado, meteco. Se aplica a la persona que está en un sitio sin derecho a estar en él, que se mezcla indiscretamente con gentes de distinta condición que la suya.

Atendamos a los grandes soñadores de rincones, de grietas, de agujeros. La propuesta de Andrés Monteagudo (Granada, 1970) para la serie de exposiciones de la Colección del Centro a los ojos de artistas actuales parte de una observación que en él es obsesiva de los espacios marginales de la arquitectura y las fisuras que se producen en los elementos estructurales y constructivos. De allí proviene la figura del intruso, que propone conjugar en varios niveles.

Intrusos son los habitantes no invitados de esos espacios inesperadamente abiertos. Intruso es, a su imagen, el artista, que ocupa ese lugar al dirigir su mirada y su curiosidad hacia una posición casi de voyeur  ante lo que sucede en esas zonas que se han ido creando con el tiempo por las características del material, el envejecimiento, el asentamiento del terreno, causas ambientales o inducidas por otros seres. Algo sucede allí, en esos nuevos territorios: seres inadvertidos los recorren, dejando sus huellas en ángulos privados. Y al igual que ellos han invadido su hábitat, Monteagudo invade la privacidad y cotidianidad de su universo creado.

Pero no se queda ahí. La misma mirada intrusiva la dirige hacia la obra de José Guerrero. Monteagudo es un intruso que analiza la estructura constructiva de sus lienzos y pinturas. Recorre con voracidad las capas de materia depositada a brochazos y ya seca, las sensaciones y vivencias que el pintor plasmó en sus telas. Algo sucede. Advierte elementos no originales en las obras. También aquí, grietas, fisuras imprevistas que aparecen y se suman al óleo, el barniz y los pigmentos tal como los dispuso el autor en su forma conclusa, que dejó firmada. Nuevas intrusiones en las estructuras de Guerrero, con las que cohabitan.

Y aún propone un nuevo nivel de intrusión: la del espectador. Monteagudo lo entiende como cómplice de esta operación invasiva desde el momento en que atraviesa el umbral de la sala expositiva, lo empuja al intrusismo tanto en la arquitectura como en la obra de Guerrero y en la suya propia. Y quiere hacerle sentir que, a la vez que él observa, mira y reflexiona, también es observado, mirado y reflexionado por los otros intrusos que, con él, cohabitan en el mismo momento en el lugar donde se encuentra.